MÍA Mía: así te llamas. ¿Qué más harmonía? Mía: luz del día; mía: rosas, llamas. ¡Qué aroma derramasen el alma mía si sé que me amas! ¡Oh Mía! ¡Oh Mía! Tu sexo fundiste con mi sexo fuerte, fundiendo dos bronces. Yo triste, tú triste... ¿No has de ser entonces mía hasta la muerte? Rubén Darío, 3 de enero de 1897 |
Poesía en imagen
lunes, 9 de julio de 2007
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